8 de marzo de 2007

LECTURA

Me gustaría dejar claro que sí que leo. Lo que pasa es que no es una de las cosas a las que más tiempo dedique. Además, no leo a Paul Auster, pero sí al resto.

No tengo un paladar muy exquisito respecto a la lectura. Me leo cualquier cosa, desde las publicaciones de La sonrisa vertical (nunca sabes si vas a descubrir algo nuevo) a libros de autoayuda. A mí no me pasa nada, pero algunas de mis amigas están siempre echas un lío, y cuando no se enamoran de quien no deben, sufren de tristeza por no ser madre o cualquier otra gilipollez, así que me gusta tener consejos en la recámara para cada ocasión. El libro que me estoy leyendo ahora mismo es un clásico griego, la Anábasis de Alejandro (no recuerdo el autor). Me lo ha regalado Paul.

Paul mi, mmm, mi apoderado, mi manager. No Paul Auster, no nos confundamos. Ya hemos quedado en que Paul Auster es mi amor platónico, y Paul mi apoderado se llama Ramón, en realidad, pero no le gusta nada su nombre y se hace llamar Paul. Muchos de mis amigos, aunque más amigas, se han cambiado el nombre por razones similares. En el caso de Paul, hasta se ha permitido el lujo de cambiarlo en el registro civil, lo que vale una pasta. O eso me dijo, vamos.

Paul se llama Paul por Paul Newman, no por Paul Auster. Dice que ha sido el hombre más guapo, con más clase y los ojos más bonitos que jamás ha existido, y que si alguien debería haber interpretado a Alejandro Magno en la peli, ese debería haber sido Paul Newman, y no el vulgarzuelo (lo dice él, a mí sólo me parece soso) de Colin Farrel. Entre el pelucón rubio y que él y los demás actores parecían unas nenas y no unos guerreros (esas miradas lánguidas que no le salen ni Gwyneth Paltrow), aquello quedó hecho una mamarrachada. Tony Curtis era gay y daba para más macho que todos esos juntos. La única que se salva del reparto era Olimpia. Eso sí que era una guerrera.

A Paul le hubiese gustado, más que nada en el mundo, ser como Paul Newman. Elegante, metro ochenta, ojos profundos, pero lo único que tienen en común es el pelo rubio. Paul es tirando a rechonchito, y por más que se machaca en el gimnasio, su musculatura sigue estando debajo de una capa de grasa homogénea que él detesta, pero que a mí, las veces que se queda a dormir en casa, me encanta acariciar. Es gustoso y suave al tacto como una mujer. Pero a él le gustaría pasar del metro setenta para parecerse a Paul Newman. Que, por cierto, no sé yo de donde se ha sacado que Paul Newman mida metro ochenta, porque si algo es engañoso del cine es la estatura de los actores. La mayoría son más bien bajitos. Pero yo no le digo nada a Paul, porque en el fondo, ¿quién soy yo para contradecirle? Para mí, Paul Auster es alto, muy alto, y la realidad me la trae al fresco. Supongo que a Paul también. Él idealiza a Newman y yo a Auster, y la realidad la dejamos para el precio del alquiler, la lista de compra y otras cuestiones de índole pragmática como esas.

A Paul le encanta la literatura, y como buen manager le gusta que sus estrellas tengan más tema de conversación que su trabajo o los tópicos de la tele, el cine y la música. Dice que eso, el ser leídas y cultas, nos da más caché. Y no le falta razón, porque nuestros clientes suelen esperar de nosotras algo más que lo obvio, y nuestras fiestas de estrenos, por ejemplo, se han hecho muy populares. Pero de eso ya hablaré otro día. Contaba que a Paul le encanta la literatura. Se pasa horas en la librería... deshojando la margarita de la elección, apuntando en esa libreta que siempre lleva consigo los títulos de los libros que le llaman la atención. Así, cuando va con prisa, puede ir directamente a por alguno de su lista. Porque no le gusta nada pasar por la librería sin comprarse algo, o comprárnoslo a nosotras. Casi todos los libros que tengo me los ha comprado él, y con su dinero, no con el mío, que administra. No me compra regalos de chica, ropa, joyas, ni cosas así. Él siempre me regala, nos regala, libros. Así que no leer sería algo así como hacerle un feo, despreciar lo mucho que se interesa por mí y no valorar la amistad que nos une desde hace ya tanto tiempo. Porque, además de mi manager, además de ser mi apoderado y administrador, Paul es mi mejor amigo.

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