6 de marzo de 2007

METRO

Todas las tardes paso por la estación de metro de... para poder verle. Siempre está a la misma hora en el mismo sitio, cosa increíble, porque la primera vez que le vi pensé eso tan manido de "ojalá pueda verle de nuevo, ojalá siempre que pase por aquí él esté ahí, leyendo, esperando a Dios sabe quien, ojala...", en fin, ese tipo de pensamiento romántico absurdos que tan bien se nos dan a las mujeres premenstruales. Menudo dolor de ovarios tenía aquel día, por cierto.

Normalmente cojo poco el metro, porque mis trabajos, los dos, están en el mismo edificio en que vivo. Mi edificio es impresionante desde cualquier punto de vista y tiene todo lo que necesito para ser feliz. Pero de vez en cuando me doy una vuelta por ese "salvaje mundo exterior" (jajaja) y, cuando lo hago, me gusta viajar en metro. Me gusta cuando va abarrotado y los olores y voces se entremezclan, cuando sube uno de esos músicos con amplificador y el vagón se vuelve caja de resonancia de desafines y vulgaridades, y de algún modo la temperatura aumenta por el cabreo de la gente que lucha por no perder los tímpanos sin parecer descortés. Me hace gracia, que queréis que os diga. Aunque admito que, si tengo resaca o dolor de cabeza espontáneo, soy la primera que me cabreo. Eso sí, yo no me limito a sentirme incómoda: le doy diez euros si apaga el dichoso trasto y a relajarse. Todo se puede comprar con dinero, y la inactividad es de lo más barato del mercado.

Pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda (algún día tengo que ir a verlos, por cierto). Decía que cojo poco el metro porque no lo necesito para ir a trabajar y porque mi entorno me proporciona todo lo que necesito para ser feliz. Todo, salvo a él.

Por supuesto, él es una fantasía construida sobre la casualidad y la miopía a partes iguales. La casualidad me llevó aquel día a aquella hora a esa parada de metro, cargada de bolsas y arrepentida de haberme puesto, precisamente aquel día, los tacones que me regaló Marta. Marta es mi amiga más cercana y querida, y es posible que en parte eso tenga que ver con que nos llamamos igual y trabajamos en lo mismo. Bueno, al menos eso contó a la hora de empezar nuestra amistad. Pero a lo que iba. Los tacones me estaban matando, el metro iba hasta los topes y yo me moría por comerme las trufas que llevaba en una de las bolsas. Así que salí del vagón y busqué un banco donde sentarme a descansar y deleitarme con el transgresor dulce de chocolate. El que encontré vacío estaba en la parte de la estación que conduce al cercanías y desde la que se ve, debajo, la salida a la Plaza de... Yo me quedé en la parte de arriba, que es abalconada y tiene una baranda de metal con muro de frío cristal perfecto para apoyar los pies ardorosos y doloridos. Solté las bolsas, me quité los zapatos, apoyé los pies en las vidrieras, cogí las trufas y me dispuse a deleitarme con el dulce y las vistas.

Iba por la tercera trufa (de una caja de ocho, de esas grandes y blandas de mi pastelería favorita), cuando le vi aparecer, entrando por la puerta de la calle, caminar hasta mitad del pasillo, tranquilamente, sin la acostumbrada prisa de los transeúntes de la estación. Una vez allí, se apoyó contra la pared con un hombro, cruzó la pierna derecha con la izquierda a la altura del tobillo y se puso a leer. Alto, delgado, espigado diría yo, moreno y vestido de colores oscuros. Dejé a un lado la caja con las trufas, me chupeteé los dedos para quitar los restos de chocolate y me asomé, sin disimulo alguno, para apreciar mejor a aquel Adonis de azul marino. Entrecerrando los ojos para enfocar mejor (JA), me constaté en mi más bien imaginada que real apreciación: aquel tipo era Paul Auster.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Está guapo el principio del sueño pero también te digo que si vas a Úbeda te llevaras un chasco, es completamente llana.

Ohdiosa dijo...

puuuf de suenos me vas a contar a mí...resulta que suelo recordar todo lo que sueño con pelos y señales, sea bueno o malo (en los ultimos meses siempre son pesadillas) y a mí tambien me da por continuarlos a mi manera pero no me da por escribirlo...lo hago en mi mente..pero me has dado ideas para mi otro blog...mmmmm

qué pasa con paul auter que ultimamente lo veo o escucho hablar de él en todas partes???

Eowyn Zirbêth dijo...

Mmmm, os diré que esto no es exactamente el sueño, que no empezaba así y no va a continuar la historia llevando el hilo exacto del sueño. Esta es la historia que, esbozada en el sueño, voy a escribir. Pero me alegro de que os guste.

Lo de Paul Auster se debe a que, tras leer varios de sus libros, un día vi una foto, y fue un shock: no se parecía en nada a como me lo había imaginado. Aunque para nuestra historia, curiosamente, es más importante su aspecto físico que su escritura. Eso sí, yo te lo recomiendo: me encanta, y especialmente me han gustado Mr. Vértigo y Leviatan.